Nació en Génova (Italia) el 9 de Enero de 1818 en una familia noble. Aunque si podría prever para él una carrera brillante, a los 20 años decidió ser sacerdote dejando todo lo que tenía.“Quiero hacerme santo, cueste lo que cueste”, dirá Tomás en el momento en que su opción si llegó a ser definitiva.
Recibió la Ordenación Sacerdotal el 18 de Septiembre de 1841 y, con apenas veinticinco años, fue nombrado vice-rector del Seminario de Génova (Casa de formación de sacerdotes) y sucesivamente rector del Seminario de Chiávari. En este servicio se dedicó con valor a la formación de los futuros sacerdotes.
En 1877 fue consagrado Obispo de Ventimiglia, diócesis muy pobre. Él fue un pastor clarividente y verdadero guía espiritual de su rebaño, convocó tres sínodos en 15 años, creó nuevas parroquias, renovó la liturgia y se esforzó por mantener el patrimonio artístico de las Iglesias.
En 1878 fundó la Congregación de las Religiosas de Santa Marta, que tenían por finalidad “responder a las necesidades de todos los tiempos. Pidió a las hermanas de acogiesen a los más pobres entre los pobres “como Marta, que tuvo la alegría de servir a Jesús con el humilde trabajo de sus manos”. Estas religiosas aprendieron de Marta a adorar en silencio, a alimentarse de la oración, a encontrar de rodillas las razones de una fe, que hay que descubrir a Cristo en los pequeñitos con los cuales él se identificó.
Cuando, en 1887, un terremoto devasto la Región, Mons Reggio, a pesar de su avanzada edad, se presentó inmediatamente junto a los afligidos por la catástrofe llevándoles ayuda y después convocó a los párrocos pidiéndoles que lo informasen sobre el estado de sus parroquias, a fin de providenciar las ayudas que recibía de muchas personas, entre la cuales lectores de varios periódico.
Fue pródigo, reservando para si apenas su sotana y su antiguo reloj, testimonio de que se hizo pobre por su gente. Cuidó de modo especial de los muchos huérfanos victimas del terremoto, inicialmente asistió en algunos centros ya existentes en la ciudad que el creó, más tarde, un orfanato en Ventimiglia entregó al cuidado de las Religiosas de Santa Marta.
En 1892 escribió al Papa: “Pido a Su Santidad que me exonere del cargo episcopal, a fin de poder ser un simple sacerdote para que la diócesis no vaya a sufrir a causa de mi edad y se confié a otro una tarea tan pesada”.
La respuesta del Santo Padre fue sorprendente: en Mayo de ese mismo años, Mons. Tomás fue nombrado Arzobispo de Génova. A pesar de sus 74 años de edad y de las dificultades, aceptó humildemente el cargo para cumplir la voluntad de Dios.
Cuando en 1900 la Italia católica decidió consagrar a Dios y a la Virgen el nuevo siglo, Mons. Tomás Reggio invitó a todos los Obispos de la Región a una gran peregrinación al Monte Saccarello, donde se colocó la estatua del Redentor. También él partió de Génova en un carruaje de tercera clase, con otros sacerdotes y muchos peregrinos, hasta Triora, pequeña localidad a los pies del Monte. El deseo de proseguir a pie el itinerario de la peregrinación era muy fuerte, más no le fue posible hacerlo, pues un malestar sé lo impidió. Fue el inicio de la enfermedad que lo llevaría la termino de su vida.
Falleció en la tarde del 22 de Noviembre de 1901, respondiendo a aquellos que se preguntaban si desearía alguna cosa: “Dios, Dios, solo Dios me basta!”. La respuesta fue la expresión de eso que lo movió siempre.
Su proceso de beatificación comenzó con abundante documentación sobre las “gracias” obtenidas a través de su intervención. El 18 de Diciembre de 1997 el Santo Padre Juan Pablo II firma el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes. Con este documento la Iglesia proclama a Monseñor Reggio “Venerable”.
El 21 de Diciembre de 1998 el Santo Padre firma el Decreto que reconoce el milagro obtenido por intercesión de Tomás Reggio, siendo proclamado “Beato” en la plaza de San Pedro en Roma el 03 de Septiembre del 2000.
Beato Tomás Reggio
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